Los zombies a estas alturas son parte de la cultura pop. Así como los Vampiros y los Hombres lobos, los muertos vivos también tienen códigos y reglas conocidas por todos. Cuando algún producto viene a cambiar esto debe hacerlo con mucho cuidado e ingenio para pasar la prueba. Un claro ejemplo es lo que pasó con la saga Crepúsculo. Sus vampiros brillantes, sin colmillos y cero líbido no calzaron con el concepto que todos tienen sobe el vampirismo. Tal vez fue muy atrevido, pero los defensores de los chupasangres la destrozaron por su insolencia.
En el caso de los zombies, World War Z, no se atreve tanto, pero si hace algo impensado para algunos, hacer una megaproducción hollywoodense sobre muertos vivientes.
El género de los muertos vivos es Cine B, siempre lo ha sido, naciendo de la mano de George Romero, con una pequeña película de terror en blanco y negro allá por el año 68 del siglo pasado. Night of the Living Dead, marcó los precedentes para todo lo que vino después. El bajo presupuesto, los baratos efectos de maquillaje, los espacios reducidos y sobre todo una sutíl y siempre presente crítica social son algunas de las características que cruzan estas películas. WWZ no tiene nada de esto. De partida se nota el presupuesto, y lo declara poniendo a una estrella clase A, como es Brad Pitt, al frente, quien es el absoluto protagonista de la historia, obviando el tono colectivo y coral que cruzan las historias de zombies (The Walking Dead el ejemplo más cercano). Todo se centra en Gerry, un retirado investigador de la ONU, quien es casi obligado a volver a su pega cuando los muertos comienzan a caminar sobre la tierra. Acá radica el otro “atrevimiento”: los zombies no son realmente zombies, no salieron de sus tumbas ni hay una incertidumbre al respecto. Lo que produce todo es un virus, nadie habla de «menos espacio en el infierno» ni nada de eso. Gerry parte en búsqueda del origen de la infección, lo que por momentos recuerda algo al comienzo de 28 Days Later, una película que algo logró con sus cambios a las reglas. Otro aspecto es el “tamaño” del producto. Los muertos no acechan una casa en una colina o un mall abandonado, ellos están por todos lados, acechan ciudades completas, son una masa rápida, infecciosa y digital que se está cominedo el planeta entero. Las escenas de multitudes abundan y demuestran la intención de la película, la de unir un subgénero del cine B con uno explotado por la gran industria, el cine de catástrofe. WWZ quiere ser las dos cosas, y lo logra. Tiene zombies, a su manera, hechos con CGI, sin sangre, rápidos y agiles, mostrados como una masa de muertos vivos apilados para cumplir con la cuota de efectos digitales que el blockbuster de verano gringo debe tener y, además, posee toda la imagineria militar y gubernamental que hemos visto en anteriores películas sobre el fin del mundo. En WWZ, no existe el gore, no hay tripas ni «chocolate». Se extrañan, sí, pero a cambio hay un buen y entretenido pretexto para comer cabritas en familia.
Trailer
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