Ayer asistimos a un viaje a través del tiempo, a la exposición “Volver a los 80 II” del Museo de la Moda de Santiago. La muestra consiste es una revisión a la moda y la estética de los años 80, que les guste a algunos o no, ha resurgido desde el inframundo para inspirar colecciones contemporáneas.
Otra prueba más de que la moda es cíclica.
A partir de esta muestra surgen muchas reflexiones que quisimos rescatar acá. La moda no es solo vestir, es la representación estética de fenómenos sociales. Usted GEEKANDCHIC-ILLA lectora de #ARQUEOLOGIADELAMODA, ya lo sabe.
Desde el año 2010, aproximadamente, vemos que en las pasarelas y en las marcas lowcost europeas han optado por reciclar tendencias y marcar la pauta estética rescatando íconos de los años 80. Hemos visto desfilar brillos, telas metalizadas, colores fluor, cortes peplum, cortes de cintura alta, accesorios metálicos, etc. Las que ya tenemos algunos años, sabemos de sobra que esto no se ha inventado ahora.
La moda de los 80 se caracterizó por ser ostentosa, excesiva en cada uno de sus elementos, para algunos “de mal gusto”. En cuanto a lo que a nosotros respecta, la excentricidad y la teatralización en el vestir son cautivantes más allá de la estética en sí, es llamativo como estudio de comportamiento o como fenómeno de expresión en el medio social.
Es interesante comparar y encontrar similitud con el concepto detrás de la estética ochentera y el de las tribus urbanas que surgieron hace unos 4 años atrás en nuestro país, ambos carecen de un discurso de crítica social, a diferencia de lo que ocurrió en períodos anteriores de la historia de la moda (años 50, 60, y 70, para ser más precisos). Ojo que acá hablo desde una visión generalizada y sin remitirme a la particularidad del Chile ochentero, que distaba bastante de la realidad del “primer mundo”.
Los 80 también representa un punto de quiebre en la historia de la moda, donde aquellas personas que no eran parte de la industria, comienzan a familiarizase con conceptos como: “alta costura”, “super modelo”, “glamour”. Por aquella época solo un puñado de nuestros coterráneos podían viajar y mantener fluida comunicación con Europa, siendo los únicos hasta ese momento alfabetizados en conceptos de la moda. Pero a partir de los años 80 es que la moda se “democratiza” y ya todos podían hablar con propiedad de Elle Macpherson, ponerse un vestido con hombreras y escarmenarse el pelo al más puro estilo “Dinastía”. La moda fue de todos, a partir de ahí y hasta ahora.
En esta época la moda se definía como superficial y materialista y era lógico que esto no encontraba repercusión estética inmediata en lo que fue el contexto social del Chile de los ochenta.
La sociedad chilena de la época estaba fuertemente marcada por la dictadura militar, si bien la moda extranjera era referente, la mimesis criolla era bastante más tímida y austera. Nuestro país no gozaba precisamente de bonanza económica, se vivía un permanente estado de incertidumbre y desesperanza, que teñía no solo el ánimo sino también la moda. En este contexto social la moda de los 80, como tal, se asomó escasamente por nuestro territorio, pero luego llegó a masificarse con algunos años de retraso. De hecho iconos ochenteros como el flequillo/chasquilla escarmenado o las hombreras se expandieron como un virus, al nivel alcanzado en Europa, recién en la década de los 90, que a su vez coincide con el regreso a la democracia y con una etapa de revitalización de la sociedad chilena.
Volviendo al tema de la exposición en sí, fue un viaje a otra época, pero que a la vez perfectamente contemporáneo. De hecho podríamos sacar algunas prendas de la sala de exposición dedicada a Vivienne Westwood o la dedicada a Jean Paul Gaultier, usarlas mañana y nadie notaría que fueron creadas hace 30 años.
Destacan algunas prendas de Madonna (ella en sí misma es un icono ochentero y perfecto objeto de estudio). La chaqueta de cuero usada por Arnold Schwarzenegger en “Terminator” de tipo motociclista (estilo que ha sido resucitado hace un par de años). El mítico vestido que Raquel Argandoña usó para el Festival de Viña en el año 1981 (este vestido a la distancia de un vidrio es bastante más bello de lo que me imaginé a través de registros gráficos). También se puede ver un vestido diseñado por el desaparecido Nolan Miller y usado por Joan Collins de la recordada serie “Dinastía”. Un vestido de prueba de David y Elizabeth Emanuel, que fue el prototipo del vestido que finalmente usó la princesa Diana de Gales el día de su boda. Algunas prendas de Billy Idol. Todo lo anterior dentro de una misma sala.
En la última sala del recorrido, una de las que más me gustó, recibe al visitante un imponente vestido de novia del diseñador chileno Rubén Campos, prenda creada en el año 1987.
Algunos nombres de diseñadores que las invitamos a “guglear” porque vale la pena revisarlos con mayor detención: el diseñador tunecino Azzedine Alaïa, la firma Comme des Garçons originaria de Tokio y Kansai Yamamoto, también japonés.
La sección #ARQUEOLOGIADELAMODA ha coronado como “Nuestra pieza favorita de la muestra” a un cintillo entorchado, de color dorado, con aplicaciones de strass, hecho en Francia por Robert Gossens para Chanel.
Otro punto a favor del montaje es que el ambiente era acompañado por música de los 80, el cruce indiscutible de cualquier tendencia histórica, la moda se musicaliza y la música se viste. Los pasillos que unían cada sala fueron decorados con registros gráficos de la época. El montaje nos pareció óptimo. En la oscuridad de las salas algunas prendas miradas desde la distancia parecían flotar, unos verdaderos fantasmas de la moda, una poesía de montaje. Aplaudimos la calidad técnica.
También tenemos algunos reparos con la muestra, pero nos los guardaremos, porque sin tener absolutamente nada que ver con el Museo de la Moda queremos que asistan a la exposición, es una oportunidad imperdible y un panorama fashion-histórico del tipo que nos gusta en #ARQUEOLOGIADELAMODA.
Post scriptum: Luego de terminar el recorrido me fui hasta la biblioteca del Museo para complementar la experiencia con algo de documentación. Conversé con la persona a cargo, por respeto a la privacidad no daré su nombre, pero muchas gracias a ella por su colaboración.