Políticas y Política: Discriminación de género en Chile

Miss Representation

Todo comenzó buscando algo para ver en Netflix. Así, casi por casualidad, di con el documental Miss Representation. Si al principio fue simple curiosidad lo que me impulsó a verlo, durante su exposición logré vislumbrar con shock, la desigualdad de género de la que tantas veces, sin saberlo, fui testigo y cómplice. 

El documental parte desde la emoción: La protagonista está embarazada y al enterarse de que su primogénita será mujer, teme por ella. A lo largo del film nos muestra la terrible realidad de los medios de comunicación y cómo ellos moldean la imagen femenina al punto de afectar nuestra posibilidad de liderazgo, en el más amplio sentido. Y aunque la película presenta datos y ejemplos de EEUU,  averiguando un poco confirmé mis sospechas: el escenario en Chile es tremendamente similar.

Para llegar al problema de la discriminación de género en política, es necesario que analicemos y comprendamos primero desde dónde viene el mensaje de segregación.

Cosificación sexual

La sociedad y los medios de comunicación tienden a entregar potentes mensajes a la población; mientras a los hombres se les imponen estereotipos de poder y control, a las mujeres se nos alienta a perseguir un ideal de belleza inalcanzable e hiper-sexualizado.


Cada vez que nos miramos al espejo y nos enfocamos casi obsesivamente en nuestras pequeñas “imperfecciones”, cuando criticamos y opinamos sobre el físico de otra mujer, cada vez que nos hemos sentido inseguras de mostrar nuestro cuerpo por no considerarlo hermoso, cuando decimos estar “gordas”, a pesar de encontrarnos en un peso normal, estamos frente a una de las consecuencias que pueden ser relacionadas con este tipo de difusión: No estamos conformes con nuestro cuerpo porque lo comparamos con el “cuerpo perfecto” que nos han enseñado y que no existe en la realidad. 

Un estudio del CEOC de la Universidad de Talca desarrollado en la Región Metropolitana arrojó que al 52,7% de les encuestadas no les gusta su cuerpo. Al mismo tiempo, el 31,8% de las jóvenes con peso normal se consideraba con sobrepeso. Otros datos preocupantes tenían que ver con la edad de la primera dieta alimenticia, cercana a los 13 años y en la mayoría de los casos sin asesoría profesional.

Pese a lo dicho, esta no la única consecuencia de estereotipar al género femenino. A partir de esta idea es posible que se desencadenen dos acciones de vital impacto; la cosificación y la sexualización de la mujer.

Es recurrente la utilización del cuerpo femenino para vender productos pensados para el público masculino

La primera se refiere a la deshumanización de la figura femenina y al acto de convertirnos en un objeto; ya no somos personas con autonomía, sentimientos y pensamientos sino que somos algo que puede ser utilizado, como adorno o para entretención, por ejemplo.

Lo segundo apunta a llevarnos a la creencia de que nuestra única función es ser admiradas sexualmente, por lo que somos reducidas a nuestro cuerpo o a partes de este, en desmedro de nuestros atributos internos.

La idea de que las mujeres somos valoradas exclusivamente por nuestro físico nos impulsa a creer que el cuerpo y su sexualidad son nuestro único acceso al éxito y la felicidad, vale decir, que es factible utilizar estos elementos como herramientas de ascenso; que nuestra imagen es el camino hacia el poder.

Mujeres al mando

El primer problema con que nos encontramos al hablar de compañeras de género insertas en la política es que el número resulta escasamente figurativo, si consideramos que la mitad de la población es de sexo femenino.

De 120 miembros en la Cámara de Diputados solo el 15,8% son mujeres. En el Senado, donde los cargos son 38, la cifra es igual (19 y 6 funcionarias respectivamente).  Por otra parte, en los Ministerios, solo un tercio de los puestos disponibles son ocupados por ministras.

Es importante destacar que el problema no es escoger candidatos hombres; la cuestión radica en que hemos estado optando únicamente por una minoría para representarnos (hombres blancos, heterosexuales, mayores de 35 años y con estudios universitarios), mientras que la realidad nacional contrasta, pues somos una población infinitamente más rica en diversidad. Esto explica no solo la escasa participación política de mujeres, sino también la nula o escasa presencia de representantes indígenas o pertenecientes a la comunidad LGBT.

Aumentar el número de mujeres en cargos políticos no solo es capaz de ayudarnos a que nuestras voces, quejas y demandas se escuchen más y mejor, sino que podría abrir una serie de nuevas posibilidades a las niñas de las próximas generaciones, para quienes el rol de dirigentes resultará en la mayoría de los casos lejano y de difícil acceso a medida que van creciendo en un ambiente que les muestra pocas o ninguna persona de nuestro género en altos puestos.

El segundo y más grave problema radica en que, las escasas mujeres que logran llegar a posiciones de alto mando político, son rápidamente sometidas al escudriñamiento de los medios y la sociedad. Y seamos claras, este no es un problema de ideologías; la discriminación ocurre transversalmente afectando a mujeres de distintos colores políticos por igual.

Desde la crítica, comienzan rápidamente a ser evaluadas por su juventud, belleza o sensualidad, sin dar real importancia a su desempeño. La sexualización, el cuestionamiento infundado de sus méritos, la intrusión en su vida privada convirtiéndola en material de “farándula” y el juicio de sus cuerpos pueden servir de técnica para disminuir el poder simbólico de las políticas y restar así poder real.

La solución

Sabemos que pocas mujeres logran acceder al mundo de la política y una vez dentro deben soportar, además de la presión propia del cargo, la discriminación de género. Entonces, ante un panorama tan pesimista para las líderes, ¿Qué hacemos?

Una de las mejores formas de aportar al cambio es apoyarnos las unas a las otras; si deseamos criticar una medida o acción, no critiquemos a la persona ni a su físico. Rechacemos a los medios que ejerzan sesgo mediático. Postulemos a escaños dentro de distintas organizaciones y motivemos a participar en política a mujeres que consideremos harían un buen trabajo. Como citan al final del documental, seamos el cambio que queremos ver en el mundo.

Artículos consultados: Estudio CEOC UTAL – Cosificación sexual – Impacto imágenes femeninas en los medios – Comunicación sin estereotipos 

Por: Josefina López | Youtube

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