Por Sebastian Buffo Sempé
Cuando un joven o adulto se plantea qué tipo de estudios seguir, lo piensa no solo en base a sus gustos y habilidades, sino también en relación a la demanda del mercado laboral. Y éste exige cada vez más talento digital, tecnológico y de programación.
Muchas veces, las carreras universitarias, la forma más tradicional de estudiar para quienes terminan la etapa escolar y quieren seguir capacitándose, no adecuan sus currículos a las necesidades de la industria, que se actualizan constantemente. O incluso si lo hacen, presentan desventajas en relación a otras alternativas, como los crecientes bootcamps, programas de formación intensiva de corta duración, que buscan formar a un alumno de 0 a 100 en alguna especialidad y que cada vez pisan cada vez más fuerte en la escena educativa.
El universo de los bootcamps, que estalló en 2018, cuando generó ingresos por 240 millones de dólares, ataca ese bache que tienen las empresas sedientas de talento y, al mismo tiempo, se presenta como una oportunidad asequible para las personas que quieren especializarse o darle un giro a su carrera.
Claro está que las compañías luchan entre ellas por conseguir estos perfiles con foco en la programación o en el conocimiento de herramientas digitales. A esto se le suma que cada vez más procesos son y serán automatizados en el ámbito laboral, por lo que actualizarse y estar a la vanguardia de las nuevas tecnologías será una obligación para quienes quieran insertarse en el mercado de trabajo.
En este sentido, un estudio de McKinsey arrojó que Chile será uno de los países más afectados por la llamada “Cuarta Revolución Industrial”, dado que se estima que 3,2 millones de puestos de trabajo puedan ser reemplazados por sistemas automatizados en los próximos 20 o 40 años.
Por qué un bootcamp
Y estar a la vanguardia implica estudiar. El tema es cómo. Pero la tendencia se ubica en los bootcamps, que en general tienen entre dos meses y -los más largos- dos años de duración y presentan una serie de ventajas por sobre otras formas de capacitarse, como la universidad.
Además del tiempo, estos en general no requieren requisitos previos, es decir, no exigen tener un nivel de estudios particular, solo ganas de aprender. Sin embargo, según datos de Course Report, un informe que tomó información de 101 bootcamps alrededor del mundo -entre ellos Le Wagon-, el típico asistente a este tipo de cursos tiene un título de bachiller y cuenta en promedio con siete años de experiencia laboral.
Este último dato demuestra también la tendencia de que muchas personas se anotan en estas metodologías para redireccionar su carrera o simplemente para especializarse. En relación a esto, los campos de entrenamiento tienen más módulos prácticos que las carreras universitarias y, en general, no tienen materias irrelevantes para sus alumnos.
También brindan una educación más actualizada que las universidades, teniendo estos últimos procesos más burocráticos para renovar sus sistemas curriculares.
La exitosa inserción en el trabajo
Pero una de las razones principales por las que jóvenes y adultos eligen anotarse en bootcamps es por la salida laboral. Course Report arrojó que la mayoría de los graduados de bootcamps encuentran trabajos full-time y un 79% de ellos dijeron que en sus nuevos empleos necesitan aplicar las habilidades técnicas aprendidas en el curso.
Un punto mucho más interesante para quienes optan por esta alternativa es el económico. Si bien los bootcamps suelen tener precios altos -aunque muchas veces no más caros que las carreras universitarias de entre cuatro y seis años-, todo se reditúa en el trabajo. Es que el mismo reporte citado anteriormente señaló que los egresados de estos campos de entrenamiento registraron un 56% de aumento en sus salarios.
A nivel global, el promedio de salario anual ronda los 65.000 dólares, con los sueldos más fuertes en San Francisco, mientras que en América Latina esta cifra está en los 30.000 dólares por año.
Otra ventaja indiscutida es la de la paridad salarial que logran los bootcamps. En 2020, un 41% de las graduadas fueron mujeres y, luego de terminados los cursos, tanto ellas como los hombres reportaron sueldos similares, una tendencia que poco a poco crece en el mundo, pero a la que todavía le queda mucho por andar.
Desafíos
En la región existe un terreno amplio y fructífero para sembrar en el área de la educación en programación y en tecnología. De acuerdo con el informe “**La disrupción del talento”*, publicado en 2019 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), solo dos de los 50 bootcamps más importantes según SwitchUp están en América Latina y El Caribe. Entre ellos, se distingue Le Wagon.*
Los datos de la CEPAL demuestran la falta de habilidades digitales que hay en la región, donde menos del 40% de la población posee conocimientos básicos de informática. En cuanto a actividades más avanzadas, como conectar e instalar nuevos dispositivos y encontrar, descargar e instalar software, la cifra se reduce al 25%. Y si se trata de haber escrito algún programa informático utilizando un lenguaje de programación, cae al 7%.
Los bootcamps buscan resolver esta problemática existente en América Latina, aunque todavía quede mucho por hacer. El BID recomienda, por ejemplo, mejorar las estructuras de banda ancha para que estos campos no se concentren únicamente alrededor de las grandes ciudades y que el sector público se alíe con el privado para generar propuestas interesantes.
Todas estas ventajas que estas formas de entrenamiento ofrecen pueden resultar inspiradoras también para otros tipos de enseñanza. En relación a esto, el BID sugiere también investigar sus metodologías de educación y capacitación para contagiar ese espíritu innovador a escuelas, universidades y centros de capacitación, con el fin de que esto resulte en un mercado laboral más adaptado a las exigentes demandas globales.
Mientras tanto, Le Wagon teje alianzas de este tipo con universidades en diferentes partes del mundo. Lo hace ofreciendo cursos en Argentina, con el IAE Business School; en París, con la Escuela de Estudios Superiores de Comercio, más bien conocida como HEC; en Portugal, con Nova School of Business and Economics; y en Inglaterra, con Imperial College London.
El foco está puesto en hacer crecer este tipo de vínculos con las instituciones del mundo y sobre todo en América Latina. En Chile, Le Wagon está en conversación con diferentes universidades para aliarse y potenciar el talento. De esta forma, se estará más cerca de cumplir con la misión de inspirar a otros y de educar en programación y tecnología a cada vez más personas.