Había una vez, en un mundo paralelo, donde las villanas lograban su objetivo y sus habitantes eran de carne y hueso, un artista llamado Justin Turrentine, quien aburrido de fantasear con el éxito de «los buenos» al otro lado del papel, plasmó con colores e ingenio el fin que, según su imaginario, debió tener cada cuento de hadas… un final más realista:
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