Al principio la minifalda pareció una provocación más que una tendencia de moda, la opinión pública de la época despreciaba el nuevo diseño por considerarlo vulgar y excesivamente sexual, ya que alcanzó los “inmorales” 34 cm. en 1964. Pero nada más lejano de la propuesta original de su creadora.
La década de los sesenta fue una época de importantes revoluciones sociales a nivel mundial. Grandes acontecimientos remecieron al mundo, entre ellos la brutal Guerra de Vietnam, que contribuyeron a profundizar diferencias entre los distintos poderes económicos del mundo (siempre el motor oculto de una guerra es la economía). Para algunos esta guerra es el “evento” que fabricó héroes para U.S.A. en una batalla “justa” y “necesaria” contra el comunismo. Para otros fue un genocidio perpetrado por militares norteamericanos que llegó a la escandalosa cifra de 5,7 millones de civiles locales asesinados, considerando que las cifras oficiales de judíos y otras minorías étnicas asesinados en el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial fueron cerca de 6 millones, rozar la cifra en los recientes años sesentas es por decir lo menos una vergüenza, pero de la que poco se habla.
(* Solo como un dato: para aquel que no sabe U.S.A. perdió la guerra y ganó el bando de Vietnam comunista que unificó al país y sigue bajo aquel régimen hasta nuestros días. Goliat no se la pudo contra David.)
En este escandaloso escenario de guerra surge un rechazo a nivel internacional, de sectores antioficialistas que están en contra de la brutalidad del camino de las armas y comienzan movilizaciones en todo el planeta, porque en un mundo #preredessociales, ponerse de acuerdo para organizar una protesta debemos destacarle el mérito. Todo esto tiene su cúspide en el movimiento hippie de finales de los sesentas.
Por otro lado está la generación de jóvenes que vivían al margen del acontecer internacional y tienen como “bandera de lucha” el ignorar la guerra y rechazar cualquier similitud con la generación de sus padres.
Londres es en este momento uno de los epicentros culturales del mundo, donde nace el movimiento llamado Swinging London, que estará marcado por un optimismo excesivo de las generaciones jóvenes, luego de haber superado los años de austeridad y crisis que le siguieron a la Segunda Guerra.
En este mundo paralelo de felicidad inocente e ignorante, aparece Mary Quant. Ella es una joven que instala una tienda de moda en el centro de Londres donde vende creaciones de distintos diseñadores, al darse cuenta de que ninguna visión de moda tradicional logra plasmar sus ideas sobre las nuevas tendencias, decide comenzar a diseñar y vender sus propias prendas. Esto atrae a un público más joven que ven en las creaciones de Mary Quant todo lo que la moda no les entrega, una nueva imagen con la cual diferenciarse y distanciarse de la estética de generaciones anteriores y del “hippismo” imperante. Es cuando en 1964 Mary crea la primera minifalda, inspirado en una imagen infantil e ingenuo, como rechazo e indiferencia a todo lo demás.
Esta nueva generación de jóvenes que exige su minifalda, ya no quieres usar los pomposos vestidos de talles ceñidos, ni faldas con metros y metros de crinolina de sus madres.
André Courrèges, un diseñador francés es otro que reclama la minifalda como su creación, pero la historia oficial apunta a Mary Quant.
La modelo inglesa Twiggy, era la mejor pagada de la época y con su silueta infantil y postura desgarbada encarnaba perfectamente la imagen de la nueva generación. Fue en su cuerpo que la minifalda alcanzó fama internacional y fue demandada por mujeres de todo occidente.
La minifalda se puede encontrar en diversos colores y telas, transversal a cualquier condición social o título nobiliario, lo que podríamos llamar una prenda democrática.
Una postura social exige una imagen particular que la diferencie de sus predecesores, la minifalda representa una época y desde que fue creada, casi como una protesta estética, llegó para quedarse. Bastante historia para una prenda tan cotidiana…