No creo ser la única que le ha pasado (tratando de no sentirme mal involucrando a otros), en algún momento de la vida todas odiamos algo pero, pasado el tiempo, terminamos queriendo. De ahí nació el dicho «del amor al odio hay un paso».
En la moda nos pasa a la mayoría pero hablaré de mi experiencia en este intento de expiar mis pecados hablados.
Siempre dije que odiaba la Manga murciélago, consideraba que era un error de la moda esto de verse lánguida a propósito. Pero estos últimos años han explotado la moda 80s; la manga murciélago es «lo que la lleva» y se ha replanteado ante nuestros ojos con un aire nuevo, lleno de comodidad y glamour. Todo va en combinarlo bien y según nuestro cuerpo.
La adopte, y ahora me gusta.
Ok, pueden decir que soy inconsecuente, pero los gustos cambian ¿no?
Me pasó también con las botas Uggs, (anateeeema, lágrimas de sangre y todo). Aún no las reconozco al 100%, pero este invierno las usé como corresponde, como ¡las pantuflas que son! En el transcurso del tiempo tuve que reconocer que son cómodas y muy calentitas, tanto así que no me las quería sacar, me las sacaba sólo por una cosa de orgullo pero entendía ahora y podía justificar a las que no lo hacían.
Escupí al cielo y me cayó de vuelta mi escupitajo (asqueroso, lo sé). Ahora debo andar con la marca de la vergüenza en la cara por hablar mal de un calzado, condenarlo a recorrer el limbo y mirar mal a quienes lo usaban. Merezco el escupo en la cara, lo sé.
Me pasaba con la comida, odiaba las alcachofas (ahí aceptó su sonido de sorpresa «ahhhh», léalo como si fuera la mujer que encontró a la lisiada besando a Nandito, o como sea que se llame).
De niña que no me gustaba, eso de comer hoja por hoja para llegar a un «poto peluo» no me convencía.
Crecí, la probé de nuevo, ahora la encuentro maravillosa y le digo «fondo de alcachofa» y no «poto».
Musicalmente hablando debo reconocer que era una adolescente patética. Pendeja snob que creía que quienes escuchaban música romántica, salsa, cumbia, latino en general, estaban mal, así no más.
Claro que era yo la que estaba mal, pero hazle entender eso a un adolescente que cree que todo es absoluto y de vida o muerte.
Hasta que llegué, un día glorioso de mi vida, a hacer mi práctica profesional en el maravilloso mundo de «Salo, lo más entretenido» (que verdad era lo más entretenido). Un día lunes, mi primer día de diversión gráfica profesional, mi jefe me pregunta capsiosamente «¿qué música escuchas?». Yo, pendeja de mierda, tratando de demostrar que era una chica melómana, que «sabía» de música, les vomite todos los estilos musicales y nombres de bandas (los más rebuscados).
Sonrieron y respondieron (habían más personadas) con un «ahhhh». Yo pregunte inocentemente «¿y ustedes?». Miguemon, otro practicante que llevaba más tiempo se ríe y responde: «acá se escucha folclor argentino». Todos rieron.
Los chicos de Salo, eran super melómanos también, pero les gustaba descontextualizar a sus visitantes, así que quienes entraban recibían una dosis de cumbia villera (agrupación Marilyn, banda de la lechuga de preferencia). Yo al principio estaba atacada (mano en el pecho y todo), pero con el paso del tiempo entendí el trasfondo «chistoso» que esto significaba para ellos y desde ahí que encuentro tan divertido todo estilo musical, le escucho de «too». Claro está, mis preferencias musicales no han cambiado, pero escuchar pop, cumbia y cuánto hit musical hay, lo disfruto con una sonrisa y me gusta… (imagino cuánto «yiuuk» hay de algunos lectores).
En cuanto a cine, tv, libros. Me ha pasado un montón. Isabel Allende me reencantó con «Inés del alma mía». Me gustaban las pelis de terror, hoy ya no puedo ni mirar de reojo, el efecto pasa a la inversa también. Etc, Etc.
Estoy consiente que somos entes con gustos diferentes y que van cambiando constantemente gracias a la «madurez» y ya no encontramos que «algo x» nos define o válida, porque somos más complejos que eso. Sólo estoy confesando que hay cosas que decía que no me gustaban, por ignorancia muchas veces o no entender no más, que ahora me gustan, simpatizan un poco o simplemente ya no odio.
Lo que aprendí de toooodo esto, es que ya no debo emitir opiniones absolutas ni lapidarias respecto a algo, obvio que hay cosas que no me gustan en un momento deterninado, pero de ahí a decir «yo nunca…» me lo guardo para no caer el el circulo vicioso.
En la moda todo está permitido y no soy quien para decir qué está bien y qué no, lo juzgable en este caso, es el hecho que todo está permitido pero no todo nos queda bien. En la música, el gusto de escuchar algo es según los estados de ánimo, hay días en que queremos puro «leseo» y cantar «mamita rica y apretaita» y otros en que queremos algo distinto.