Memorias de una Nerd: The Breakfast Club o la sustancia de ser adolescente.

Por: Akemi Oyanedel (@kitsgeekychick)

Cuando tenía 17 me topé con esta película, de culto, del año 1985, The Breakfast Club o, como se tradujo por estos lados, El Club de los Cinco. Aunque no la pillé desde el principio, me quedé viendo, porque quería verla y porque es de esas películas que, por alguna razón, te quedas viendo. Es la historia, los personajes, la música. Algo simplemente te obliga a no hacer más zapping y dejar el control remoto de lado u olvidarte del control remoto por un rato. Fue cuando uno de los personajes, John Bender (Judd Nelson), el chico rebelde, punk, vestido con botas, abrigo largo y un mechón de cabello teñido, me enganchó. Para mí era un sueño, toda su agresividad para disfrazar sus problemas, esconderse tras la máscara del chico duro, pero que en el fondo sufre, con padres abusivos y una vida que sabe nadie envidiaría. “Si yo desapareciera, a nadie le importaría”, es una de sus líneas más memorables.

Lo mejor, es su relación con Claire Standish (Molly Ringwald), la chica top, la princesa de la escuela. Al principio parece que sus diferencias son irreconciliables. Ella es perfecta, bonita, popular, con dinero y aunque sabes que no te pareces a ella, te sientes remotamente identificada, con lo de la chica buena, esa que va a cambiar al rebelde o no cambiarlo, exactamente, pero penetrar esa coraza… Y es que a los 17 años, esperas que eso ocurra al final. Spoiler: Afortunadamente el director te da en el gusto, mientras el corazón late a mil: Romance puro.

Todo bonito, pero ¿de qué va la película?

Se trata de un  grupo variopinto de alumnos que deben sacrificar un sábado completo en castigo por faltas disciplinarias cometidas durante la semana. Así tenemos a los personajes tópicos y típicos que se supone se ven en un “High School” norteamericano, la princesa, el cerebro, el deportista, la solitaria y el rebelde. Al menos, al principio de la película y a simple vista, es lo que parece. Sin embargo, mientras pasan las horas, los estudiantes se van dando cuenta de que tienen más puntos en común de lo que imaginaban: relaciones tensas con los padres, ganas de romper las reglas y sentirse profundamente solos e ignorados, aunque estuvieras rodeado de gente.

Nada mejor para una geek como yo que se sentía exactamente así. De pronto, era un reflejo de la propia existencia, a los 17 años me podía identificar con un poco de cada uno de esos personajes tan clichés, que al final, demuestran ser más profundos que el prejuicio que ves en los primeros diez minutos.

Aparte de los personajes interpretados por Judd Nelson y Molly Ringwald, estaban el deportista, Andrew Clark, interpretado por Emilio Estevez (el hermano de Charlie Sheen), la desadaptada o solitaria, Allyson Reynolds (Ally Sheedy) y el clásico nerd o cerebrito, Brian Johnson (Anthony Michael Hall)

Al finalizar la película, los castigados se retiran y aunque se les había pedido un ensayo sobre quiénes eran ellos o quién pensaban que eran ellos, sólo se encuentra una carta escrita a petición del grupo por Brian donde se niegan a contestar dicha pregunta, firmando como el Club de los Cinco (The Breakfast Club)

La Música

Un elemento que contribuye a que la película enganche o te interese es la música y aunque, en su tiempo, la banda sonora no fue ni la mitad de exitosa de lo que fue en sí el filme, lo cierto es que con los años, nos hemos quedado con el tema central: Don’t You (Forget About Me), de Simple Minds, banda escocesa que por esos años, no era ni tan famosa, ni tan reconocida como lo es hoy en día.

Recuerdo que el MTV Clásico (sí, cuando aún MTV era un canal de música netamente) pasó este video y lo vi por primera vez. El amor surgió de inmediato. Era una canción new wave ochentera, demasiado ochentera, pero con un tinte de que los años no pasaban por ella.

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Además, Don’t You (Forget About Me) tiene su anécdota, originalmente iba a ser grabada por Billy Idol (después de que la rechazara Brian Ferry, entre otros), pero también la rechazó, por lo que le pidieron a esta desconocida banda que lo hiciera. Simple Minds, fue al estudio, la grabó y se olvidó. Es más, ni siquiera fue considerado para el siguiente single de la banda. ¡Error! La canción fue tan exitosa, estuvo en los primeros lugares de los charts de los principales mercados de la época que Simple Minds tuvo que empezar a tocarla en vivo y finalmente incluirla en el compilatorio, Glittering Prize, del año 1992, ¡siete años después de que saliera al mundo!

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Si alguna vez está haciendo zapping y se topa con esta película en canales como TCM o TNT, le sugiero la deje y si todavía está en edad escolar, buscando la identidad perdida, se siente solo o aturdido con la sobre carga de información, definitivamente no se arrepentirá de verla. Tal vez no cambie sus vidas, pero sí le dará un nuevo enfoque a la que ya tiene.

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