En Corea del Sur, 45 estudiantes fueron rechazados de universidades nacionales por tener antecedentes de acoso escolar. No fallaron en los exámenes. No carecían de méritos. Simplemente, su historial los alcanzó.

Y con esto, el país envía un mensaje rotundo: el talento académico no puede blanquear la crueldad.
Una decisión que marca un antes y un después
Durante décadas, el sistema educativo surcoreano ha sido sinónimo de presión extrema, competencia feroz y una cultura donde “ser el mejor” puede justificar casi todo. Pero esta vez, algo cambió.
Las principales universidades del país —entre ellas la Seoul National University y la Kyungpook National University— decidieron poner límites y revisar los antecedentes de violencia escolar de sus aspirantes. El resultado: 45 rechazados.
No por malas notas, sino por haber dañado a otros.
Cuando la empatía entra en la ecuación
A partir de 2026, todas las universidades nacionales deberán incluir oficialmente los antecedentes de bullying como factor de admisión. La idea es sencilla, pero revolucionaria: no basta con ser brillante, hay que ser humano.

Kyungpook, por ejemplo, aplica deducciones de hasta 150 puntos a quienes fueron expulsados o trasladados por casos graves de violencia. En otras palabras, puedes tener el puntaje perfecto… y aún así quedar fuera si no aprendiste a respetar.
No son “inocentes palomitas”
Claro que el tema es complejo. Negar el ingreso a la universidad a alguien por su pasado puede parecer extremo, sobre todo si hablamos de adolescentes. Pero tampoco estamos hablando de travesuras.
Muchos de estos casos implicaron agresiones físicas, exclusión social y humillación sistemática. Acciones que dejaron cicatrices reales en otras personas.
Y quizás por primera vez, un país decidió ponerle costo a ese daño.
Más que castigo: reeducación social (?)
Lo que estaría haciendo Corea del Sur no sería solo reformar su sistema de admisión: estaría reprogramando la empatía social. Estaría diciendo a las familias que criar con respeto también es una forma de éxito, y que la violencia no se limpia con diplomas.
Sí, puede parecer una medida dura. Pero en un mundo donde el bullying se disfraza de broma y las víctimas siguen siendo silenciadas, alguien tenía que poner límites.
En conclusión
El mensaje es claro: el conocimiento sin humanidad no vale tanto.
Corea del Sur está redefiniendo lo que significa “merecer un lugar” en la educación superior. Y, tal vez, el resto del mundo debería tomar nota. Porque si la empatía empieza a tener peso en los exámenes de admisión, finalmente podríamos estar educando para algo más que competir: para convivir.